jueves, 30 de diciembre de 2010

El tren de medianoche...

-¡Abuela, ya hemos vuelto!
-¡Cariño!¿Qué tal lo has pasado?
-Genial. ¡De mayor quiero ser maquinista! La exposicion ha sido increible.Había trenes de hace un monton de años. ¡Buah, me ha encantado!
-Jajaja. ¿Sabes una cosa? A Priscila le encantan los trenes, aunque no de la misma manera que a ti. Ella no quiere ser maquinista.
-¿No? Entonces, ¿porqué le gustan tanto?
-Verás a Priscila lo que le gusta de los trenes es la posibilidad que ofrecen de viajar, por muy pequeña que sea la distancia que recorra en tren, ella lo adora.
Ella adora viajar en tren. Adora cada centímetro de esa serpiente de metal que se deja guiar por cables situados entre edificios.
-Sigo sin comprender porqué le gusta tanto.
-Sshh, calla ahora te explico porque le gusta.
Le gusta porque durante ese tiempo que dura el trayecto, disfruta de una infinidad de pequeños detalles. Detalles como la mirada curiosa de aquel niño pequeño que viaja con sus padres, le gusta ver a donde se dirigen esos grandes ojos y sonreirle si por un casual se cruzan con los suyos.Le gusta ver como aquel joven que parece un perdido de la vida, se levanta para dejar su asiento a una persona mayor. O ver a aquella chica a la que se le escapa una pequeña sonrisa mientras lee ''A tres metros sobre el cielo''. Le encanta mirar por la ventana y dejarse llevar por la infinidad de colores de los graffitis que la hacen perderse por los rincones mas escondidos de su cabeza. Leer. Le encanta leer en el tren. Un libro siempre es su mejor compañero de viaje, hace que el trayecto parezca mas corto. Se deja hipnotizar por las grandes historias de los libros, y le encanta levantar la vista de aquellas palabras y sufrir un cruce de miradas con el chico de enfrente. Este hecho es algo que pocas veces le pasa, pero se enamora cada vez que ocurre. Es un amor efímero, unico y especial, como cada detalle que puede ocurrir en aquella serpiente de metal.